Germán Torres Cobián
Una joven estudiante que este año concluye la Secundaria me manifestó hace escasos días su ilusión por seguir la carrera de periodismo y pidió mi opinión sobre esta inclinación suya. “¿Quieres ser periodista?, olvídalo…”, le recomendé.
Desconcertada, me requirió explicaciones por tan rotunda sugerencia. “No estudies periodismo –empecé a argumentar- si no tienes convicciones racionales y honestas; si no estás dispuesta a fiscalizar rigurosamente a quienes detentan el poder y denuncias sus abusos y actos ilícitos; no estudies periodismo si no amas la justicia y odias la corrupción; si no tienes ideales, creatividad, originalidad, si no eres sensible para defender a los más desvalidos y no tienes integridad para rechazar sobornos y prebendas; no estudies periodismo si no vas a ser valiente en el ejercicio de tu profesión y no eres capaz de soportar injurias, calumnias, improperios y hasta palizas; no estudies periodismo si al buscar la noticia no estás dispuesta incluso a arriesgar la vida para cumplir con tu vocación; no estudies periodismo si no tienes una cultura básica; en fin, no estudies periodismo porque cuando obtengas tu licenciatura y busques trabajo en algún medio de comunicación, nadie te va a garantizar un sueldo decoroso y muy poca gente va a reconocer la dignidad y la importancia de tu profesión.
Absorta por tan drástico y largo sermón, la chica atinó a contestar: “Bueno, no soy perfecta pero como decía el poeta, se hace camino al andar”. Iba a optar por callar y marcharme porque la juventud de hoy –como la de antes- es poco receptiva a los consejos, pero recordé Zohar, El Libro del Esplendor, donde se dice que las palabras no caen en el vacío. “Mira –proseguí-, en estos nuevos tiempos el periodismo ha dejado de ser una actividad secundaria de fácil acceso a personas con ninguna preparación intelectual…ya no es más refugio de bohemios, ni hobby para satisfacción de vanidades personales, ni guarida para desempleados y charlatanes si no que se ha constituido en una profesión que debe ser ejercida por una mayoría de personas íntegras y con suficiente conocimiento del oficio. No obstante, debo aclarar que con el periodismo probo y objetivo coexiste en el Perú un periodismo amarillo que se vale de recursos sensacionalistas para aumentar la venta de sus ejemplares. Me refiero a los diarios chicha que han hecho del crimen y el chisme la materia prima de sus contenidos. La insistencia de estos pasquines en la lujuria, la mentira, el delito y el desastre les producen a veces records de circulación pero ofenden la moral pública, el buen gusto y trastocan la claridad y la imparcialidad de juicio. Sin embargo, el periodista honesto debe rechazar por antisocial y falaz el argumento aducido por dueños o editores de estos diarios y revistas de que “hay que darle al público lo que pide”. Según ese concepto mezquino y erróneo lo que el público demanda es indecencia, escándalo, crueldad, sufrimiento o debilidad humana, redacción tosca, chabacana y fotografías sangrientas…”
Asombrada, mi interlocutora abre los ojos como platos: “¿Tan sucio es ese periodismo?”, inquiere. “No te lo imaginas”, respondo. “Sin embargo, esta prensa basura no prospera en otros países porque carecen de la simpatía de un público más culto, capaz de ver la falta de ética periodística y la intención maligna de sus páginas “.
“De todos modos, me propongo estudiar periodismo”, replica tercamente mi joven dialogante. “Verás –le digo, tratando de ser lo más persuasivo posible-, teniendo en cuenta que en esta ciudad hay muchos locutores de TV que son manifiestamente feos, si llegas a ser periodista tal vez por tu cara bonita te puedas especializar en leer o comentar las noticias tergiversadas que escriba el editor o el dueño de algún canal. Por si no lo sabes, tanto en cierta prensa como en la radio y en la TV hay un periodismo mercenario cuyos editorialistas y reporteros exponen los discutibles puntos de vista de los accionistas de la empresa. Esta clase de plumíferos es una constante en la vida periodística peruana…esta prensa cínica pretende hacerse pasar por interesada en limpiar sus ciudades del vicio y la corrupción, pero su fin inconfesado es aumentar la circulación de sus rotativos o su audiencia radial o televisiva, además de usar la información que poseen para la extorsión y el chantaje. Por eso, necesitas saber que el periodismo debe ser ejercido solo por los que poseen sólidos principios morales, entusiasmo e inspiración porque su lucha diaria no sólo es trasmitir o comunicar a sus lectores u oyentes la certeza e imparcialidad de los sucesos cotidianos; no sólo ofrecer la noticia acerca de los actos - mejores o peores- de los gobernantes; el periodista, si es sincero y competente debe llevar al lector u oyente, cuando menos, un mínimo de datos sobre los cuales éste podrá basar sus juicios y decisiones. Es más, el deber del periodista no sólo es informar, sino educar, instruir, enseñar valores, formar opinión y entrenar al lector u oyente para vivir plenamente la vida y para ello deben irradiar (en sus crónicas, editoriales, reportajes y entrevistas) vitalidad, fuerza, intensidad, buen humor, optimismo, plenitud, agilidad y veracidad.”
“Ahora bien, si insistes en seguir periodismo, has de matricularte en una buena facultad o escuela de Comunicación Social. No de aquellas en que los profesores ignoran quienes fueron, o son, Joseph Pulitzer, Oriana Fallaci, Rosa Montero, Carl Bernstein, Bob Woodward, Robert Capa o Ryszard Kapuscinsky…no. Para estudiar en una universidad chicha mejor te quedas en tu casa y aprendes el arte culinario. Si de verdad quieres aprender bien el oficio, al empezar tus clases debes tener una Educación Secundaria bien llevada con especial conocimiento de las asignaturas de Castellano y Literatura Y deberás adquirir una costumbre que influye decisivamente en la formación del periodista: el afán de lectura. El que aspira a ser un buen periodista lee de todo y a todas horas, como único medio de alcanzar una cultura general que lo capacite par escribir sobre cualquier asunto, sin incurrir en lo posible en errores”.
“¡Estudiaré periodismo de todas maneras ¡”, sentencia mi obstinada platicante, preguntándome a continuación: “¿En qué escuela de periodismo ha estudiado usted?”. Pasmado por tan inconsistente cuestión, le respondo, dando por terminada la charla: “¿Bromeas? Yo no soy periodista…”.
