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¡Blogueros del mundo, uníos!

Fernando Rospigliosi


La absurda demanda de Jorge Mufarech contra José Alejandro Godoy, autor del blog “Desde el tercer piso”, ha sido considerada por varios comentaristas como parte de la campaña del gobierno aprista contra los medios de comunicación. (Ver referencias al final).

Muchos se preguntan si es una mera casualidad que la demanda del ex ministro de Alberto Fujimori ocurriera en el mismo momento que la inefable Mercedes Cabanillas blandía el proyecto de ley mordaza contra la prensa, proyecto que incluía a los blogs.

O si no tiene nada que ver la velada amenaza del presidente Alan García contra los blogs con la denuncia del ex congresista y empresario textil.

También se han recordado los antecedentes de Mufarech y sus excelentes relaciones con el Apra. En el Congreso anterior, los presidentes de la Comisión de Fiscalización –Mauricio Mulder, Javier Velasquez Quesquén-, le dieron carta blanca para que la utilizara en función de sus intereses particulares.

Precisamente allí empezó el asunto que ha motivado la denuncia contra Godoy. El año 2003, Mufarech inició desde la Comisión de Fiscalización, la persecución contra los funcionarios del Ministerio del Interior que habían realizado la licitación de uniformes policiales cuando Gino Costa era ministro.

El problema era sencillo. El hijo de Mufarech trató de vender las telas de la fábrica del congresista a la Policía y se las rechazaron, así es que no pudo participar en la licitación. Cuando yo regresé a Interior, me enteré de la persecución y denuncié públicamente a Mufarech, en la Comisión de Fiscalización, en una conferencia de prensa y ante la Comisión de Ética del Congreso.

Me compré un pleito que no era mío porque, repito, la licitación se hizo en el período de Gino Costa –fue limpia y ejemplar, sólo Mufarech se encargó de ensuciarla-, pero era indignante ver como ese sujeto perseguía a funcionarios que habían actuado correctamente sólo porque no habían comprado sus telas.

No sólo era venganza. Es el modus operandi de Mufarech, porque así amedrenta a todo el mundo y consigue que le tengan miedo. ¿Qué funcionario público que observa lo ocurrido se atreve a no comprar sus telas?

En suma, no se trata de un pleito personal que tengo con Mufarech, como dijo una vez Carlos Bruce en el Congreso. Jamás tuve ningún problema personal con ese individuo y si denuncié sus bribonadas fue por indignación al ver como abusaba de su poder y utilizaba ilegalmente el Congreso para defender sus intereses particulares.

Luego que lo denuncié, Mufarech buscó con desesperación algo de que acusarme. Eso es parte su método de amedrentamiento. No encontró nada. Entonces inventó una imputación ridícula. Me denunció por haber suscrito a principios de 2002 un convenio con ProÉtica, una ONG sin fines de lucro que dirigía José Ugaz, para luchar contra la corrupción en el Ministerio del Interior. Ni ProÉtica ni Ugaz recibieron un centavo por ese convenio.

Esa absurda denuncia estuvo dando vueltas en el Congreso durante años. Era tan disparatada y carente de fundamento que, a pesar de las presiones de Mufarech, nadie se atrevió a aprobarla.

Nadie hasta que, después que hice la denuncia de los petroaudios (octubre 2008), los apristas, encabezados por Aurelio Pastor (ayayero de Jorge Del Castillo), me pasaron la factura. A principios de este año la desempolvaron y la aprobaron en una sub comisión y en la Comisión Permanente. La sanción: inhabilitación de 5 años para ejercer cargos públicos.

No podían acusarme ante el Poder Judicial porque reconocían que no había ningún delito. Pero el Congreso si puede sancionar políticamente a quien le de la gana. Y eso intentaron, con el entusiasta respaldo de los fujimoristas, humalistas (no todos) y otros congresistas de rabo de paja.

No pudieron consumar su venganza porque en el Pleno del Congreso necesitaban dos tercios de los votos y no los tenían. Allí terminó el asunto.

La semana pasada, sin embargo, Mufarech volvió a la carga y ha denunciado penalmente a Gino Costa, a José Ugaz y a mí por el convenio con ProÉtica.

Mufarech enjuicia a todos aquellos que expongan sus bellaquerías. Hace poco lo hizo con Jaime de Althaus (por varios millones de dólares), antes con Pedro Salinas y Susana Villarán, con Juan Paredes Castro de El Comercio, etc., etc. Son incontables los juicios que ese individuo inicia contra periodistas.

Usa la fortuna que ha amasado con métodos que todos conocen en el mundo empresarial, para perseguir a los que lo ponen en evidencia. Uno de los estudios de abogados que lleva sus procesos es Nakasaki & Souza.

Ahora se la tomado con Godoy. No va a lograr vencerlo. Nadie lo va a desalojar del Tercer Piso. El Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS) ha asumido su defensa, con el abogado Roberto Pereira. Es un excelente jurista. Lo sé porque él se hizo cargo de mi defensa en el Congreso.

Pero lo que buscan Mufarech y sus padrinos apristas es amedrentar. Quieren la autocensura. Que la gente se abstenga de criticar y opinar, que mediatice sus comentarios por temor a un juicio.

Por eso es importante denunciar lo que está ocurriendo. Desenmascarándolas se contribuye a detener sus operaciones de amedrentamiento.

Por eso ¡todos con Godoy!

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Atentado contra la prensa

César Hildebrandt

Mercedes Cabanillas está muy interesada en amedrentar a la prensa y vengarse de ella por todo lo dicho y escrito en torno a la tragedia de Bagua, tragedia en dos actos de la que ella fue autora, promotora e intérprete (en el papel de La Irresponsable).

Bagua es su sombra. Treinta y cuatro cadáveres la persiguen despidiendo briznas y musgos en su carrera. No es el “Thriller” de Jackson: es la danza macabra de la curva del diablo y el ballet esquelético de la Sexta Estación.

Y como la señora está enloqueciendo, entonces presenta su proyecto.

Quiere cambiar las leyes vigentes, que ya castigan el delito cometido a través de la prensa, para incluir a las empresas como terceras civilmente responsables. Con Vega Vega en la Corte Superior y una judicatura ampliamente maleable, el proyecto promete ser un misil en el blanco de la libertad de expresión.

Ahora bien, como la señora Cabanillas se está reconstruyendo y no da puntada sin nudo ni paso sin permiso parece claro que ese proyecto ha sido presentado con el pláceme de Alan García, que en privado culpa a la prensa de su desfalleciente popularidad.

La procedencia palaciega del proyecto estaría probada, además, por el hecho de que hace algunas semanas quien lo presentó fue José Vargas, que es algo así como el Joe Pesci del aprismo en trance de grupo ejecutor. O sea que Pesci, quiero decir Vargas, jamás presenta algo suyo sino que es el mandadero de Palacio y el matón de “Casino”.

El proyecto se las trae. No sólo incluye a las empresas en los juicios por injuria o difamación –un modo eficaz de asustar a los directores y propietarios de medios- sino que modifica el artículo 132 del Código Penal estirando la jurisdicción de la ley a cuanto blog o twitter pueda uno imaginar.

Un partido cuyo lema fue (y es) “sólo el aprismo salvará al Perú” viene de estirpe autoritaria. Con el proyecto García-Cabanillas el Apra vuelve a lo que “La Tribuna” llamaría “sus prístinos orígenes”. Ya no es época de matar a periodistas, por supuesto. Pero siempre se los puede amedrentar.

Si el proyecto prospera será porque cuenta con el respaldo del Congreso, esa colección –salvo muy honrosas excepciones- de apopléjicos en curso y propietarios de los rabos de paja más extensos de esta comarca. Será entonces –si se aprueba- un gesto de la clase política congresal en contra de la libertad de expresión.

Y el proyecto habla del perentorio derecho de rectificación (que ya existe y está reglamentado) aludiendo, según Andina, a quienes se sientan afectados por “informaciones inexactas o agraviantes”.

Así que veamos.

¿Es inexacto o es agraviante decir que el presidente de la República miente cuando inaugura hospitales inexistentes?

¿Es inexacto o es agraviante decir que Mercedes Cabanillas es la responsable de 34 muertes que pudieron evitarse?

¿Es inexacto o es agraviante decir que el Apra nunca muere y que a más calumnias, más aprismo?

Tanto que hablan de Chávez. Lo que García quiere es ser Uribe a la hora de las repartijas y Chávez a la hora de la prensa. Veremos si el Congreso se lo tolera.
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Las ideologías y el Estado eficaz

Luis Alberto Chávez R.

Parafraseando la célebre frase de Haya de la Torre “Ni Washington ni Moscú sólo el Apra salvará al Perú”, Alejandro Toledo acaba de acuñar una variante de lo más provocadora en una entrevista ofrecida a La República: “Ni izquierdas ni derechas sólo la eficacia salvará al Perú”.
Dice el ex Presidente: “… ser de izquierda o derecha no ayuda a entender lo que pasa hoy en el Perú y el mundo. Esta es una división del pensamiento político basada en posiciones ideológicas del pasado, son paradigmas rotos. Hoy tenemos que hablar de políticas eficaces e ineficaces, de planteamientos que lleven a resolver la crisis económica, generar puestos de trabajo, servicios de salud, etc. Mi punto es que ni las izquierdas ni las derechas, solo la eficacia salvará al Perú. Cuando digo eso me refiero exactamente a entregar resultados concretos y medibles para los más pobres. No nos quedamos atrapados en las ideologías, sino que avanzamos hacia la praxis de desarrollar una política económica responsable”.
El debate en torno a la ideología no ha terminado ni desde que Francis Fukuyama anunció el fin de la historia y el triunfo del neoliberalismo democrático, ni desde que el propio Fukuyama se retiró del grupo neoconservador que alentó el intervencionismo norteamericano en el Golfo Pérsico que al comienzo el mismo alentó y apoyó.
El debate en torno a las ideologías como forma de entender y ver el mundo se mantiene. Lo que ha caducado es la ideología pura como instrumento de gobierno, o como prisma para modelar procesos de gestión. Las ideas compartidas por grupos sociales sobre determinados hechos y circunstancias siguen vigentes. Lo que no se puede admitir es que esos puntos de vista se mantengan en el ejercicio del poder por el sólo hecho de pertenecer a un grupo.
Ni la derecha por sí sola con su vocación por el mercado y las inversiones de aquí o de allá, ni la izquierda con su sentido social de ayudar a los más pobres pueden por sí solas resolver la tarea de gobernar con sentido de justicia.
Se necesita una dosis de ambos. El mercado es un regulador natural de las fuerzas económicas, pero hay grupos sociales que viven en situación de desventaja social –desnutridos física y competitivamente- a los que el Estado debe ayudar a que tengan igualdad de oportunidades.
Es el caso del Programa “Juntos”. Desde una concepción conservadora de derecha, los organismos internacionales se oponían al principio al funcionamiento de este instrumento de ayuda a los más pobres.
El Estado no puede entregar dinero a la gente, reflexionaban desde su trinchera ideológica.
Pero, es el caso, de gente que vive olvidada por todos, que no puede esperar a que la economía crezca y le llegue el desarrollo a cuentagotas; que necesita un mínimo de servicios (Nutrición, Salud, Educación), no digo para competir, muchas veces, para vivir.
Es gente que no entiende de ideologías, ni debates académicos. Es gente que espera que los ciudadanos mejor preparados que manejan el Estado se acuerden de ellos. Es gente que quiere un Estado eficaz.
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La solución barata y efectiva del calentamiento global

Bjorn Lomborg (*)

El calentamiento global implicará que más gente muera como consecuencia del calor. Habrá un aumento en los niveles del mar, más malaria, hambre y pobreza. La preocupación ha sido grande, pero la humanidad ha hecho muy poco para impedir realmente que se produzcan estos desenlaces. Las emisiones de carbono han seguido aumentando, a pesar de las repetidas promesas de recortes.
Todos tenemos la responsabilidad de asegurar que se frene el cambio climático. Recurrimos a los científicos del clima para que nos informen sobre el problema del calentamiento global. Ahora necesitamos recurrir a los economistas del clima para que nos iluminen sobre los beneficios, costos y posibles resultados de las diferentes respuestas a este desafío.
Los líderes mundiales se reúnen en Copenhague en diciembre para forjar un nuevo pacto para enfrentar el calentamiento global. ¿Deberían seguir adelante con los planes de hacer promesas de reducir las emisiones de carbono que son improbables de cumplir? ¿Deberían en cambio postergar las reducciones por 20 años? ¿Qué se podría lograr si se plantaran más árboles, se recortaran las emisiones de metano o se redujeran las emisiones de hollín negro? ¿Es sensato concentrarse en una solución tecnológica para el calentamiento? ¿O deberíamos adaptarnos a un mundo más cálido?
Gran parte del debate actual sobre las políticas climáticas sigue concentrándose en reducir el carbono, pero existen muchas maneras de reparar el clima global. Nuestras opciones tendrán diferentes resultados y diferentes costos.
La combinación óptima de soluciones creará el mayor impacto a cambio de la menor inversión. Un documento revolucionario de los economistas Eric Bickel y Lee Lane es uno de los primeros estudios -y ciertamente el más completo- de los costos y beneficios de la ingeniería climática. Manipular deliberadamente el clima de la Tierra parece algo ligado a la ciencia ficción. Pero John Holdren, en su rol de asesor científico del presidente Barack Obama, dijo que "hay que analizarlo" y muchos científicos prominentes coinciden con él.
Bickel y Lane ofrecen pruebas irrefutables de que una inversión mínima en ingeniería climática podría reducir tantos efectos del calentamiento global como los billones de dólares invertidos en reducciones de las emisiones de carbono.
La ingeniería climática tiene la ventaja de la celeridad. Existe un retraso significativo entre los recortes de carbono y cualquier baja de la temperatura -aun reducir a la mitad las emisiones globales para mediados de siglo apenas podría medirse para fin de siglo-. Hacer que la energía verde sea barata y generalizada también llevará mucho tiempo. Consideremos que la electrificación de la economía global sigue incompleta después de más de un siglo de esfuerzo.
Se han propuesto muchos métodos de ingeniería atmosférica. El manejo de la radiación solar parece ser uno de los más esperanzadores. Los gases atmosféricos de tipo invernadero permiten que pase la luz del sol pero absorben el calor e irradian parte de este calor hacia abajo, hacia la superficie de la Tierra. Si no cambia nada, las mayores concentraciones calentarán el planeta. El manejo de la radiación solar haría rebotar un poco de luz solar que volvería al espacio. El reflejo de apenas el 1-2 por ciento de la luz solar total que llega a la Tierra podría compensar tanto calentamiento como el causado si se duplicaran los niveles preindustriales de los gases de tipo invernadero.
Cuando hizo erupción el Monte Pinatubo en 1991, se bombearon alrededor de un millón de toneladas de dióxido de azufre a la atmósfera. El dióxido de azufre reaccionó con el agua y formó una capa brumosa que se propagó por todo el globo terráqueo y, al esparcir y absorber la luz solar entrante, enfrió la superficie de la Tierra durante casi dos años. Podríamos imitar este efecto a través de la inserción de aerosol estratosférico, esencialmente, lanzando material como dióxido de azufre u hollín a la atmósfera.
Otra estrategia prometedora es el blanqueamiento de las nubes marinas, por el cual se rocían gotitas de agua marina en las nubes marinas para hacer que reflejen más luz solar. Esto aumenta el proceso natural, donde la sal marina de los océanos proporciona vapor de agua con los núcleos de condensación de nubes.
Es extraordinario considerar que podríamos contrarrestar el calentamiento global de este siglo si 1.900 barcos no tripulados esparcieran rocío de agua marina en el aire para espesar las nubes. El costo total sería de aproximadamente 9.000 millones de dólares, y los beneficios que implica impedir que la temperatura aumente sumarían hasta unos 20 billones de dólares. Es el equivalente de obtener un beneficio de 2.000 dólares por cada dólar gastado.
Muchos de los riesgos de la ingeniería climática han sido sobreestimados. El blanqueamiento de las nubes marinas no derivaría en cambios atmosféricos permanentes, y se podría utilizar solamente cuando fuera necesario. Convertir agua marina en nubes es un proceso natural. El mayor desafío es la percepción pública. Muchos cabilderos ambientales se oponen incluso a investigar la ingeniería climática. Es asombroso, dados los múltiples beneficios. Si nos importara mucho evitar que suban las temperaturas, parece que deberíamos alegrarnos de que esta estrategia simple y costo-efectiva resulte tan prometedora.
La ingeniería climática podría seguir siendo una opción de respaldo en caso de necesidad. O podríamos incluirla en la agenda hoy. En cualquier caso, existe una razón imperiosa para su seria consideración. Estamos camino de ser la generación que desperdició décadas discutiendo sobre recortes de las emisiones de carbono y no logró frenar los efectos nocivos del calentamiento. Sería un legado vergonzoso, un legado que se podría evitar si se repensara la política climática.

(*) Director del Centro del Consenso de Copenhague, autor de Cool It y The Skeptical Environmentalist y profesor adjunto en la Escuela de Negocios de Copenhague.
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