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Las ideologías y el Estado eficaz

Luis Alberto Chávez R.

Parafraseando la célebre frase de Haya de la Torre “Ni Washington ni Moscú sólo el Apra salvará al Perú”, Alejandro Toledo acaba de acuñar una variante de lo más provocadora en una entrevista ofrecida a La República: “Ni izquierdas ni derechas sólo la eficacia salvará al Perú”.
Dice el ex Presidente: “… ser de izquierda o derecha no ayuda a entender lo que pasa hoy en el Perú y el mundo. Esta es una división del pensamiento político basada en posiciones ideológicas del pasado, son paradigmas rotos. Hoy tenemos que hablar de políticas eficaces e ineficaces, de planteamientos que lleven a resolver la crisis económica, generar puestos de trabajo, servicios de salud, etc. Mi punto es que ni las izquierdas ni las derechas, solo la eficacia salvará al Perú. Cuando digo eso me refiero exactamente a entregar resultados concretos y medibles para los más pobres. No nos quedamos atrapados en las ideologías, sino que avanzamos hacia la praxis de desarrollar una política económica responsable”.
El debate en torno a la ideología no ha terminado ni desde que Francis Fukuyama anunció el fin de la historia y el triunfo del neoliberalismo democrático, ni desde que el propio Fukuyama se retiró del grupo neoconservador que alentó el intervencionismo norteamericano en el Golfo Pérsico que al comienzo el mismo alentó y apoyó.
El debate en torno a las ideologías como forma de entender y ver el mundo se mantiene. Lo que ha caducado es la ideología pura como instrumento de gobierno, o como prisma para modelar procesos de gestión. Las ideas compartidas por grupos sociales sobre determinados hechos y circunstancias siguen vigentes. Lo que no se puede admitir es que esos puntos de vista se mantengan en el ejercicio del poder por el sólo hecho de pertenecer a un grupo.
Ni la derecha por sí sola con su vocación por el mercado y las inversiones de aquí o de allá, ni la izquierda con su sentido social de ayudar a los más pobres pueden por sí solas resolver la tarea de gobernar con sentido de justicia.
Se necesita una dosis de ambos. El mercado es un regulador natural de las fuerzas económicas, pero hay grupos sociales que viven en situación de desventaja social –desnutridos física y competitivamente- a los que el Estado debe ayudar a que tengan igualdad de oportunidades.
Es el caso del Programa “Juntos”. Desde una concepción conservadora de derecha, los organismos internacionales se oponían al principio al funcionamiento de este instrumento de ayuda a los más pobres.
El Estado no puede entregar dinero a la gente, reflexionaban desde su trinchera ideológica.
Pero, es el caso, de gente que vive olvidada por todos, que no puede esperar a que la economía crezca y le llegue el desarrollo a cuentagotas; que necesita un mínimo de servicios (Nutrición, Salud, Educación), no digo para competir, muchas veces, para vivir.
Es gente que no entiende de ideologías, ni debates académicos. Es gente que espera que los ciudadanos mejor preparados que manejan el Estado se acuerden de ellos. Es gente que quiere un Estado eficaz.
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