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El estigma del color amarillo


Ítalo Jiménez Yarlequé

Amanece el sol radiante en la bahía. Tomas una refrescante ducha. Seleccionas la ropa para vestirte. Elijes ese polo o camisa de color amarillo que va a tono con el verano y estos días de sol. Pero, ¡‘are, ‘erda, ‘ajo!, te paralizas y reparas en el detallito y reflexionas: “No, ni pensarlo, si me lo pongo van a decir que soy un comando, amarillo, que estoy en el lado oscuro de la fuerza”.  Y como quien ha visto al demonio en persona, a la bestia bíblica, exclamas un contundente “¡retro vade satanás!” y cambias de color.
¿No te ha pasado?... Seguro que sí. Y es que no quieres para nada ser relacionado con ese movimiento político regional tristemente célebre por estar emparentado en el imaginario popular con la corrupción y la podredumbre política y has dejado que el estigma amarillo te afecte también y te lleve a cambiar más de una decisión.
Extraño fenómeno social este. Amarillo, ser amarillo, vestir amarillo, ha devenido en arriesgarse a ser relacionado con la coima, el asesinato, la corrupción, el delito político. “Vergüenza”, “denigración”, “delincuencia”, son parte de las palabras con las que algunos de mis amigos en Facebook asocian este color y el movimiento político regional al que está ligado. Toda una bestialidad sicológica.
Al igual que cuando una enfermedad azota nuestra salud y tiñe de un pigmento amarillo la piel, como señal de peligro de nuestra supervivencia,  el estigmatizado color señala, ¡vaya paradoja!, que Chimbote y todo Áncash están siendo corroídos por una situación cuasi cancerígena que pone en grave amenaza el futuro de muchos, si es que no la vida misma de quienes no se dejan abrazar y envolver por los tentáculos de la bestia amarilla. Ejemplos hay más de media docena.
Entre tanto, la pregunta que debemos hacernos todos es ¿dejaremos que esta enfermedad amarilla siga matando Áncash y los sueños de muchos?, ¿seguiremos mirando para otro lado y silbando como si nada pasara?... Arequipa acaba de dar al país una gran lección: la acción social sí produce resultados. Para pensarlo y tomar decisiones. 
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