He esperado pacientemente que el tiempo realice sus propios y necesarios decantamientos, que las emociones atemperen, que la indignación ceda paso a la prudencia y que las palpitaciones desaceleren. Ahora, creo, es tiempo de opinar. En primer lugar, quiero enfatizar mi más profundo y sincero agradecimiento a la digna señora y dama Isabel Cerro Vda. de Burga y a su hija Ana Isabel Burga Cerro, quienes, matices al margen, me permitieron laborar durante 14 enriquecedores años en el Diario La Industria de Chimbote con ABSOLUTA INDEPENDENCIA PERIODÍSTICA, sin ningún tipo de censura previa, sin injerencias ni sugerencias a favor o en contra del poder de turno en sus distintos niveles y con la única exigencia de realizar un periodismo responsable, veraz, plural, equilibrado y sobre todo independiente, bajo el entendido de que la autonomía editorial es un factor clave para acometer con éxito la vital tarea y misión de los medios de comunicación social. Para ambas, mi eterna gratitud, por la confianza y el respaldo continuo, y mi admiración por saber perpetuar la herencia de decencia y dignidad alcanzada por sus ancestros. Deseo hondamente que sepan contener las arremetidas del oscuro poder político y económico que ha encontrado un rico caldo de cultivo en imberbes mozalbetes como fáciles cómplices para hacer de este el más vil de los oficios. Mi homenaje y gratitud a ambas.
Dicho esto, debo responder a algunas preguntas que colegas, amigos, compañeros y ciudadanos diversos me han hecho sobre mi intempestiva salida del Diario La Industria de Chimbote, mediante un despido a todas luces arbitrario; además de aclarar algunas especulaciones que circulan, tan lejanas de la verdad como la decencia lo está de mis verdugos laborales.
Como ya ha sido señalado por instituciones tan importantes como la Asociación Nacional de Periodistas del Perú, el Instituto Prensa y Sociedad y otros entes nacionales e internacionales defensores de la libertad de prensa y de los derechos de quienes la ejercen, sustantivamente el lamentable y escandaloso hecho obedece a lo siguiente: no haber aceptado a pie juntillas y la cabeza inclinada repugnantes y condenables indicaciones disfrazadas de sugerencias respecto al tratamiento periodístico y editorial de informaciones políticas; bajo el risible argumento (que a la vez denota una patética escasez de neuronas –sino ausencia de estas), de que los temas sobre política “aburren y cansan” y que por ello “al periódico no le conviene que sea tan político porque eso no vende tanto”, para luego sacar a relucir la real intención del mensaje: “Mucho se critica a César Álvarez y al Gobierno Regional”; en otras palabras, se aproxima un año electoral y hay que ser prudentes para aprovechar la coyuntura lo mejor posible para el periódico. Ello me llevó a desvirtuar tal teoría firmemente y a responder de modo coherente con los principios y conceptos que he esgrimido y defendido, en toda tribuna, a lo largo de mis 18 años de vida periodística: LA PRIMERA OBLIGACIÓN DEL PERIODISMO ES LA VERDAD Y SU PRIMERA LEALTAD ES HACIA LOS CIUDADANOS, DEPOSITARIOS PRIMEROS Y ÚLTIMOS DE LA INFORMACIÓN Y REALES DUEÑOS DE ELLA. Lamentablemente olvidaron, mejor dicho no lo saben, que el periodismo debe servir como un vigilante independiente del poder.
Por eso, para sacarse de encima la piedrecilla que iba a fastidiarles en el zapato e incomodar sus decididos pasos hacia los brazos y la sonrisa burda y fácilmente seductora del poder que siempre anda a la caza de periodistas y propietarios de medios con vocación de mercenarios mediáticos y conciencia prostituida, con el viejo objetivo de limitar el derecho de cada ciudadano a saber todo lo que pasa, sin ningún tipo de manipulación, es que acudieron al absurdo argumento de, ¡eureka!, descubrir errores ortográficos en la edición del diario a fin de disfrazarlos de faltas graves y sustentar su débil y abusiva causal de despido (por cierto, los señalados ‘errores’ no lo son, pero ya lo hemos dicho: una neurona en la cabeza de estos señoritos se siente tristemente solitaria por la ausencia total de compañía y un diccionario para ellos significaría un gigantesco esfuerzo mental).
Obran en mi poder las pruebas escritas y auditivas de lo señalado líneas arriba, las mismas que oportunamente saldrán a luz para hacer caer algunas caretas y exponer públicamente la desnudez de principios de empresarios huérfanos de moral, neo mercaderes de la información a gusto del mejor postor; señoritos obsecuentes que no permiten la osadía de hacer sonar alarmas, desconfiar del poder y despeinar la desfachatez de quienes engordan las tripas a costa del futuro y bienestar de un pueblo mal informado, que vetan ciertos temas “porque no venden y aburren a la gente”… y, claro, no permiten cerrar el ‘negocio’.
Consciente de que mi ciudad, con todos sus defectos y virtudes no merece sufrir más del cáncer de un periodismo de alquiler y de que mis hijas, mis padres y mi esposa merecen un padre, un hijo y un esposo de quien no avergonzarse, muy clarito con la misión de no manchar el nombre de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú y el Instituto Prensa y Sociedad -dos importantes instituciones a las que represento en Chimbote-, opté por la autenticidad y la coherencia con los principios y valores de una prensa realmente útil para la sociedad, hice uso del derecho que me asiste a ejercer lo que me dictaba mi conciencia y prácticamente yo solo me puse la soga al cuello y caminé hacia el cadalso que me habían levantado.
Tal vez el periodismo chimbotano no haya perdido ni ganado nada tras este hecho, realmente no era lo que buscaba, pero me demostré a mí mismo que sí es posible decirle no a un respetable sueldo, ‘perder’ la vanidad de un importante cargo, adquirir el estatus de desempleado, … y caminar tranquilo por las calles, con las manos limpias, la frente y la cabeza erguida y la ética intacta.
Dicho esto, debo responder a algunas preguntas que colegas, amigos, compañeros y ciudadanos diversos me han hecho sobre mi intempestiva salida del Diario La Industria de Chimbote, mediante un despido a todas luces arbitrario; además de aclarar algunas especulaciones que circulan, tan lejanas de la verdad como la decencia lo está de mis verdugos laborales.
Como ya ha sido señalado por instituciones tan importantes como la Asociación Nacional de Periodistas del Perú, el Instituto Prensa y Sociedad y otros entes nacionales e internacionales defensores de la libertad de prensa y de los derechos de quienes la ejercen, sustantivamente el lamentable y escandaloso hecho obedece a lo siguiente: no haber aceptado a pie juntillas y la cabeza inclinada repugnantes y condenables indicaciones disfrazadas de sugerencias respecto al tratamiento periodístico y editorial de informaciones políticas; bajo el risible argumento (que a la vez denota una patética escasez de neuronas –sino ausencia de estas), de que los temas sobre política “aburren y cansan” y que por ello “al periódico no le conviene que sea tan político porque eso no vende tanto”, para luego sacar a relucir la real intención del mensaje: “Mucho se critica a César Álvarez y al Gobierno Regional”; en otras palabras, se aproxima un año electoral y hay que ser prudentes para aprovechar la coyuntura lo mejor posible para el periódico. Ello me llevó a desvirtuar tal teoría firmemente y a responder de modo coherente con los principios y conceptos que he esgrimido y defendido, en toda tribuna, a lo largo de mis 18 años de vida periodística: LA PRIMERA OBLIGACIÓN DEL PERIODISMO ES LA VERDAD Y SU PRIMERA LEALTAD ES HACIA LOS CIUDADANOS, DEPOSITARIOS PRIMEROS Y ÚLTIMOS DE LA INFORMACIÓN Y REALES DUEÑOS DE ELLA. Lamentablemente olvidaron, mejor dicho no lo saben, que el periodismo debe servir como un vigilante independiente del poder.
Por eso, para sacarse de encima la piedrecilla que iba a fastidiarles en el zapato e incomodar sus decididos pasos hacia los brazos y la sonrisa burda y fácilmente seductora del poder que siempre anda a la caza de periodistas y propietarios de medios con vocación de mercenarios mediáticos y conciencia prostituida, con el viejo objetivo de limitar el derecho de cada ciudadano a saber todo lo que pasa, sin ningún tipo de manipulación, es que acudieron al absurdo argumento de, ¡eureka!, descubrir errores ortográficos en la edición del diario a fin de disfrazarlos de faltas graves y sustentar su débil y abusiva causal de despido (por cierto, los señalados ‘errores’ no lo son, pero ya lo hemos dicho: una neurona en la cabeza de estos señoritos se siente tristemente solitaria por la ausencia total de compañía y un diccionario para ellos significaría un gigantesco esfuerzo mental).
Obran en mi poder las pruebas escritas y auditivas de lo señalado líneas arriba, las mismas que oportunamente saldrán a luz para hacer caer algunas caretas y exponer públicamente la desnudez de principios de empresarios huérfanos de moral, neo mercaderes de la información a gusto del mejor postor; señoritos obsecuentes que no permiten la osadía de hacer sonar alarmas, desconfiar del poder y despeinar la desfachatez de quienes engordan las tripas a costa del futuro y bienestar de un pueblo mal informado, que vetan ciertos temas “porque no venden y aburren a la gente”… y, claro, no permiten cerrar el ‘negocio’.
Consciente de que mi ciudad, con todos sus defectos y virtudes no merece sufrir más del cáncer de un periodismo de alquiler y de que mis hijas, mis padres y mi esposa merecen un padre, un hijo y un esposo de quien no avergonzarse, muy clarito con la misión de no manchar el nombre de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú y el Instituto Prensa y Sociedad -dos importantes instituciones a las que represento en Chimbote-, opté por la autenticidad y la coherencia con los principios y valores de una prensa realmente útil para la sociedad, hice uso del derecho que me asiste a ejercer lo que me dictaba mi conciencia y prácticamente yo solo me puse la soga al cuello y caminé hacia el cadalso que me habían levantado.
Tal vez el periodismo chimbotano no haya perdido ni ganado nada tras este hecho, realmente no era lo que buscaba, pero me demostré a mí mismo que sí es posible decirle no a un respetable sueldo, ‘perder’ la vanidad de un importante cargo, adquirir el estatus de desempleado, … y caminar tranquilo por las calles, con las manos limpias, la frente y la cabeza erguida y la ética intacta.