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Un cambio de actitud es la actitud

Ítalo Jiménez Yarlequé


¿Desea obras realmente importantes, que impacten positivamente en su bienestar y desarrollo personal, familiar y comunal? ¿Está cansado de veredas, carreteras, aulas, servicios básicos e infraestructuras que colapsan antes de lo previsible? ¿En vez de una fuente ornamental prefiere un parque en su zona de residencia? ¿Busca potenciar sus habilidades y capacidades para insertarse en cadenas productivas y generarse mejores ingresos?... ¿Qué espera entonces para dejar de ser espectador y pasar a ser protagonista?

El desarrollo depende no solo de las autoridades (es un tema demasiado importante y vital para cometer el error de dejarlo únicamente en sus manos -y en algunas largas uñas), requiere del compromiso y la participación de todos: especialistas, técnicos, líderes y, fundamentalmente, usted, para discutir pública, participativa y democráticamente los problemas y obstáculos a superar en la elección de caminos adecuados para mejorar nuestros índices de desarrollo humano. Obviamente basados en el diálogo y la concertación, con la fuerza que nos da la Ley del Presupuesto Participativo, por citar un ejemplo.

Usted, yo, nosotros, todos, tenemos el deber de superar el viejo paradigma de una planificación para el desarrollo excluyente, en la que las autoridades y técnicos priorizaban el aspecto económico-material (como infraestructura, servicios, tecnología, etc.) en desmedro de una visión integral que, además de lo anterior, busque ampliar capacidades, información, libertades, derechos y deberes, autoestima y equidad.

En esta visión los ciudadanos ya no deben ser percibidos como meros objetos pasivos de desarrollo (“los demás lo hacen, es su deber”), sino como sujetos activos, participantes, como el epicentro mismo de su desarrollo. Como dueños de sus destinos, deben participar en alcanzar la meta común de mejorar las condiciones y la calidad de vida propia y de los demás, poniendo los mayores esfuerzos y creatividad para crecer no solamente en el aspecto económico sino preponderadamente como seres humanos, ampliando capacidades y oportunidades no sólo para tener más (propiedad) sino para hacer más (producir) y ser más (crecer como personas).

Para ello, requerimos un cambio de actitud frente a la vida y asumir el desarrollo como meta personal y colectiva, sin escatimar esfuerzos. Es decir, hay que entrar a la cancha y jugar nuestro partido: en época electoral, eligiendo responsablemente ideas y programas viables; proponiendo y sustentando proyectos de bienestar común; vigilando y fiscalizando el uso de los recursos públicos (lo que incluye rechazar y denunciar la corrupción, es decir el viejo y nocivo “roba, pero hace obras” que comentamos en una anterior columna). Empecemos por organizarnos en nuestra calle, en la manzana, en el barrio, en el pueblo joven, pongámonos el uniforme de la ciudadanía y dirijamos la proa hacia los mares de la democracia participativa. Sé arquitecto de tu destino y del destino de los tuyos. Un cambio de actitud es la actitud que más necesitamos.
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